miércoles, 14 de octubre de 2009

En la sala de autopsias

«La virilidad también le resultaba repugnante. Nunca había valorado esa manera de reivindicar su cuerpo, su sexo, y alardear de él. La mayoría se revolcaban como cerdos con sus pantalones de hombre, aunque no dejaban de ser cerdos. ¿Por qué se disfrazaban? ¿Qué necesidad tenían de vestirse si todas sus formas de comportamiento apestaban a bajo vientre y a las glándulas que cuelgan de él?»

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