Una escalera de Jacob
Así el equilibrio en la detención meditativa y el abandono de la razón lógica son ideas que sobrevuelan la lectura del arcano XII LE PENDU, cuya traducción al español suele ser El Colgado, a pesar de que el nombre francés deja resonar los ecos de un péndulo que bascula de un lado a otro describiendo su órbita hipnótica a medida que se aproxima al estado de reposo. Es la situación de El Colgado: tras oscilar largamente en su órbita examinando la infinitud del espacio de su experiencia, la naturaleza misma de su movimiento lo sitúa en el estado de reposo absoluto donde el tiempo se detiene y el espacio se estabiliza. Es el momento de dejar de pensar el propio pensar, de dejar de actuar y vaciar la mente, el momento de limpiar el espacio mental. El Colgado esconde las manos tras la espalda: no las necesita, pues no es momento de hacer. Las ramas podadas de los troncos que lo sustentan apoyan la idea de limpieza, de desprendimiento. Sobre esos nudos rojizos (¿heridas sangrantes?) bien puede construirse una escalera de siete peldaños que, como en la visión de Jacob, facilita el ascenso a lo divino, a la iluminación a través del sacrificio, del don de uno mismo. También hay quien ve en cada tronco podado a uno y otro lado al padre y a la madre en el lugar que les corresponde: El Colgado es un ser emancipado que ha logrado desasirse, que es capaz de andar por su propio pie, un ser que busca la conciencia en el desprendimiento, un ser cuyo objetivo es construir su individualidad a través de la escucha atenta del silencio de las generaciones que le precedieron. Un ser que se da a sí mismo en sacrificio, en el ejercicio de la meditación, que se desprende de su identidad precisamente para lograr su plena conciencia, un ser que para saber quien es, se dirige sin miedo y serenamente hacia lo que no es.
La casa de la fuerza aparece, a través de este arcano como ese sacrificio donde el tiempo se detiene y se dilata en un infinito para que cada uno y cada una pueda meditar en soledad, con ese tempo especial que requiere la meditación. La casa de la fuerza, un lugar para desprenderse, para entregar la emoción sin la celada del pensamiento para que la mente vacía se mueva y evolucione al antojo de sus propias reglas, para que baile al son de su propia música, la melodía terrible de la emoción pura, el infierno creativo donde la razón se disuelve en el tormento de una emoción desbordante. De hecho, no hay más que dar la vuelta a la ilustración para observar cómo El Colgado se transforma instantáneamente en un danzarín que salta en pleno baile. Es una danza ritual, curativa. Sin lugar a dudas. En La casa de la fuerza se sufre íntimamente porque desprenderse es doloroso y es una tarea solitaria, la poda es necesaria y produce heridas, pero las ramas que surjan de cada cicatriz preparan en sus futuras yemas las flores más bellas. No albergo ninguna duda al respecto.
Es un privilegio para mí poder expresar el dolor de mis propias heridas y transformar esa nigredo emocional en la belleza más sublime junto a vosotros y vosotras sobre el escenario. Limpiar y renovar. Al fin y al cabo esa era la gran máxima alquímica: Solve et coagula.
Es un privilegio para mí poder expresar el dolor de mis propias heridas y transformar esa nigredo emocional en la belleza más sublime junto a vosotros y vosotras sobre el escenario. Limpiar y renovar. Al fin y al cabo esa era la gran máxima alquímica: Solve et coagula.
Que el amor impregne este estreno (no es un deseo: es una realidad).
Gracias.
Gracias.
1 comentario:
Preciosas palabras y preciosa voz, que se da en sacrificio acompañando un momento de gran tensión emocional para Angélica.
"No se haga mi voluntad sino la tuya;pues tu voluntad es la mía".
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